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« Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general. » Art.1. Constit.pol.Colombia.

 

Los Estados Unidos han tenido un rol fundamental, no solo en la experiencia de la democracia sino también y quizás fundamentalmente, en una cierta “universalización” de ésta. Así, desde la concepción de participación ciudadana detallada por Thomas Jefferson, hasta la denuncia de las elecciones presidenciales por D.Trump, los Estados Unidos (la llamada democracia más antigua del mundo), nos sigue demostrando que la democracia es un concepto camaleónico. 

El concepto de democracia nace en Atenas en el siglo V a.c., y traduce literalmente “poder del pueblo”. En términos generales, la democracia es un sistema político en el cual el pueblo es soberano, en oposición a la acumulación de poder por una sola persona, por ejemplo, un monarca. Sin embargo, cabe recordar que la noción de “pueblo” cobijaba, en realidad, solo a los hombres libres de la época. 

Yo diría de manera sucinta que dos grandes eventos han marcado la concepción moderna de democracia : por un lado, las independencias de la mayoría de países americanos entre los siglos XVIII y XIX y por otro lado, la segunda guerra mundial. En los dos casos, el rol de los Estados Unidos de América ha sido relevante, en cuanto el rechazo de la concentración de poderes por un monarca, permitió la pronta integración de las teorías de John Locke y Montesquieu de la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y sus respectivas funciones (hacer las leyes, ejecutarlas, hacerlas cumplir). Luego, el rol fundamental de Estados Unidos en la liberación de Europa del nazismo y su consecuente fortalecimiento económico, político y militar, determinó su influencia en el mundo, ampliamente consolidado en los decenios de la conocida guerra fría, durante los cuales la democracia se construyó en imperativo.  

Todo hombre que posee poder está predispuesto a abusar de él, pudiendo ir hasta donde encuentre límites.  Montesquieu.

La democracia puede ser una construcción muy compleja porque, finalmente, la traducción de esa creación histórica se basa en una concepción ética y moral del bien y el mal profundamente marcada por el cristianismo.  La democracia, tal como la entendemos hoy, no es buena porque sí, ella es buena porque se construyó en oposición al autoritarismo y salió triunfante de la lejana, pero siempre presente, guerra fría. Para que la democracia triunfara como concepto, era necesario que el autoritarismo fallara como idea. Así, dos bandos se crearon en esa idea del bien y el mal : al occidente, los gobiernos llamados democráticos, en cabeza de USA, y del otro lado, los autoritarios, en cabeza de Rusia y China, asociados a la idea (desfigurada) del comunismo. El mundo occidental protege entonces esa tradición democrática a capa y espada por su propio bien y es ahí donde nace el problema con la democracia. 

La democracia se ha construido sobre los escombros de la moral y en ese sentido es presa de ella misma. Así como para unos es garantía de soberanía y libertad, para otros es la garantía de que el descontento social sea instigación comunista, la desigualdad sea incapacidad individual y  el abuso, orden. Desde el siglo V a.c., hasta nuestros días, la democracia como adjetivo ha permeado las ideas políticas y las prácticas sociales para convertirse en imperativo.  Ese imperativo democrático traduce, en realidad, un orden capitalista. 

La democracia capitalista. 

La democracia capitalista es un resultado fiel de la experiencia estadounidense. La base de dicha democracia es principalmente la liberalización del mercado y por supuesto, el consumo masivo de información (léase Facebook, Twitter, WhatsApp).Es en ese sentido, que Barack Obama iniciara en 2015 la normalización de las relaciones diplomáticas con Cuba, esperando que la afluencia de turistas extranjeros precipitara la apertura de la Isla hacia una democracia liberal, capitalista. (ver ref.5). La victoria de Barack Obama es globalmente reconocida como un avance mayor en materia de diplomacia y yo estoy de acuerdo con ello. Sin embargo, quiero que pensemos por unos instantes el fondo del asunto. ¿Qué nos hace suponer que Cuba será un mejor lugar si se convierte a la democracia, “a la americana”? tantos años de discurso democrático occidental nos han hecho pasar por alto los intereses que lo mueven y la elección de Donald Trump es un buen ejemplo de ello. Las potencias occidentales se estremecieron ante la victoria de Trump, pero no porque fuera lo contrario a Obama – un hombre blanco supremacista con dinero y poder, sino por ese “America first ” que lo llevó a la presidencia.

En términos de política extranjera, la estadounidense es, quizás, la más influyente del mundo. Por esa razón, el mundo entero se pone en vilo frente a cada elección presidencial en ese país. Cada dirigente hace un seguimiento como en una carrera de caballos, apostando a uno u otro según los beneficios que pueda recibir. Cada país se pregunta en sus apuestas ¿qué va a pasar con nosotros si gana Trump o Biden?, si es demócrata o republicano, si es blanco o negro, si es hombre o mujer, etc., es evidente que todo esto influye en las políticas internas de los demás países, pues la estadounidense es, por naturaleza, extraterritorial. Habiendo acumulado tanta influencia en el mundo, el repliegue de los Estados Unidos significa la “orfandad” de muchas zonas del mundo, la “adopción” de otras y un cambio de aliados para las potencias del mundo. 

Irán y Corea del Norte han aprovechado su “orfandad” para seguir avanzando en la carrera nuclear; el medio oriente está en proceso de “adopción” por Irán y Rusia;  Europa  se vuelve cada vez más dependiente de sus alianzas estratégicas con China, mientras América latina y África se vuelven cada vez más dependientes económicamente de China, a través de proyectos mineros, de infraestructura y la famosa 5G. Ese repliegue de Estados Unidos también nos permitió dimensionar a qué punto una buena parte del mundo era dependiente de la ayuda económica de ese país por medio de programas internacionales.  A propósito, les contaré una experiencia personal, para que visualicen la magnitud de esa dependencia: en el 2016, me encontraba yo en mi primera práctica profesional en la UNESCO. El triunfo de Trump significó el cierre de varios programas culturales por dos razones principalmente: como consecuencia del reconocimiento que hizo la UNESCO de Palestina como Estado autónomo, – cabe recordar que Israel es un aliado de peso de Estados Unidos y el reconocimiento de Palestina como Estado autónomo traduce delimitación del territorio y por ende ilegalidad de la ocupación israelita – lo que generó la represalia estadounidense, y por supuesto,  el mencionado “America first” que tradujo esa falta de voluntad para invertir en los “otros”. Muchos programas humanitarios que dependían casi exclusivamente del apoyo económico estadounidense desaparecieron al no encontrar mejores voluntades en otros Estados, y en muchas zonas vulnerables del mundo la pobreza extrema se hizo su camino, desvelando también, la inacción desesperante de los mismos Estados receptores de esas ayudas. Donald Trump no dudo en recordarnos lo que existía ya, pero con discursos más elegantes, que el beneficio de Estados Unidos es más importante que el beneficio del mundo. 

En la democracia capitalista, el bien individual no obedece nunca al interés general. 

Hobbes, tomando como referencia la calificación de “animales políticos” de Aristóteles para describir el comportamiento de las abejas y las hormigas, capaces de vivir en sociedad, matiza el propósito con respecto a los hombres, declarando que la humanidad es incapaz de seguir su instinto individual para beneficiar el interés general, como lo hacen las abejas y las hormigas : “el hombre, para quien la felicidad consiste en compararse a los otros, no puede verdaderamente saborear sino aquello que sobrepasa el destino común” (ver ref.4). En ese sentido, la pandemia de COVID-19 ha sido reveladora.  

El manejo de la pandemia por D.Trump ha sido desastroso, al punto que ha desdibujado todo avance económico observado hasta el 2019 en Estados Unidos. La razón parece sencilla : a D.Trump se le facilita pensar en términos económicos y no humanos. Para disminuir  la tasa de desempleo en Estados Unidos, que, hay que decirlo, había sido la más baja hasta antes de la pandemia, en los últimos 50 años,  era necesario un dirigente que no pensara en consideraciones que le pesan al capitalismo, es decir, en la vida y la dignidad humanas. Tengamos claro que al capital le pesa el humano.  Pareciera que la única relación posible entre capital y humano es bajo la dialéctica de Hegel del amo y el esclavo. El capital domina, explota y se alimenta del humano y por esas mismas razones el humano le es indispensable. La pandemia del Covid 19 lo demuestra : la fatalidad humana ha traducido una crisis económica mayor, arrasando a su paso, con el mejor argumento con el que hubiera podido contar Trump para lograr su reelección, a saber, la baja tasa de desempleo lograda durante su mandato. 

D.Trump no logró en realidad nada extraordinario durante su gobierno, excepto servir de “Hitch”, pues facilitó la aceptación de otros dirigentes que frente a él nos parecieron más fáciles de “amar”. D.Trump salió por la puerta de atrás, sin dignidad y sin clase. Su despreocupada instigación a la violencia se materializó en el asalto al capitolio, el pasado 6 de enero y ese atentado contra la institución democrática es un argumento de peso contra él porque las instituciones cristalizan la idea democrática y por eso se protegen y se defienden. Es por eso que, cuando un grupo de extrema derecha y corona escépticos asalto el Reichstag, en agosto de 2020, los más altos funcionarios alemanes no tardaron en denunciar el acto como un atentado al “corazón” de su democracia. Ese evento puede sonar como una campana de alerta, por la similitud del acto al ocurrido en enero en Estados Unidos y por lo radicalmente opuestas que fueron las respuestas políticas de ambos países.    

Por supuesto que el asalto al capitolio es un evento preocupante, por la violencia de los actos, pero también es materia de reflexión. Seguimos reflexionando en términos de “buenos” y “malos”. Ahora que Joe Biden se ha posesionado como nuevo presidente de Estados Unidos, una capa de esperanza se puede sentir en la atmósfera. Los medios de comunicación se han encargado también de presentar al nuevo presidente como un nuevo comienzo, muchas revistas de análisis se dedican a calcular cómo podrá Biden restaurar la credibilidad del país frente al mundo y reparar el daño reputacional que ha dejado D.Trump. Bueno, pues yo pienso que si dejamos de pensar que el uno es malo y el otro es bueno, nos evitaremos muchos dolores de cabeza. Como ya dije, el paso de Trump por la presidencia fue catastrófico, porque él es incapaz de pensar en términos humanos, pero en la práctica, los efectos de su política extranjera no han sido tan diferentes de los de sus antecesores, todos ellos muy apegados al imperativo democrático.    

Esta ha sido, tal vez, la mayor consecuencia de la era Trump: si el propio Trump pone en duda el sistema democrático estadounidense, ¿cómo podrán los estadounidenses sostener que las realizadas en Venezuela son menos democráticas? ; su comportamiento irracional le quita toda legitimidad para catalogar de loco a Kim Jong-un o cualquier otro dirigente del mundo, y ¿con qué cara puede el mundo occidental apoyarse en USA para defender a los “buenos” cuando D.Trump ha repetidamente denunciado esa clase corrupta en el poder? En realidad, la tarea más importante de Joe Biden es recobrar la credibilidad que le permite juzgar al mundo sin ser juzgado.

Trump fue una pantalla de distracción que ha favorecido, en buena medida, a muchos dirigentes en el mundo porque compararse con una versión peor no puede sino tener un resultado positivo y, muy posiblemente, ahora nuestros propios dirigentes nos parecerán menos decentes que antes. En todo caso, el imperativo de la democracia capitalista seguirá más vivo que nunca en manos de Joe Biden. La pregunta es, ¿hasta qué punto nos favorece como humanidad? 

ver lista de referencias

1.Trump redobla las denuncias infundadas de fraude electoral y pide ayuda al Tribunal Supremo https://elpais.com/internacional/elecciones-usa/2020-12-02/trump-redobla-las-denuncias-infundadas-y-asegura-que-el-sistema-electoral-se-halla-en-un-asedio-coordinado.html

2. Thomas Jefferson to Joseph C. Cabell, 2 February 1816 https://founders.archives.gov/documents/Jefferson/03-09-02-0286

3. HISTORIA DEL VOTO EN COLOMBIA https://www.registraduria.gov.co/-Historia-del-voto-en-Colombia-.html

4. Thomas Hobbes, Léviathan, 1651. Editions Dalloz, 1999. pp.175 – 178.

5. Richard E. Feinberg, “A Return to Détente With Cuba Biden Must Rediscover Obama’s Patient Optimism”, Foreign Affairs, February 5, 2021.

6. Steven Simon, Josh Landis, and Aiman Mansour, “How to Win the Influence Contest in the Middle East, Use the Soft Power of Gulf States to Counter Iran’s Appeal”, Foreign Affairs, February 3, 2021.

7. Cynthia Miller-Idriss and Daniel Koehler, “A Plan to Beat Back the Far Right Violent Extremism in America Demands a Social Response”, Foreign Affairs, February 3, 2021.

8.Isabelle Ferreras, « La contradiction entre capitalisme et démocratie atteint un point de non-retour », Le Monde, 11 octobre 2019. https://www.lemonde.fr/idees/article/2019/10/11/la-contradiction-entre-capitalisme-et-democratie-atteint-un-point-de-non-retour_6015153_3232.html